Una cartera de inversión es un grupo de activos financieros sobre los que un inversor lleva a cabo su estrategia financiera con el fin de obtener una rentabilidad.
Su composición y configuración serán claves para el éxito de nuestra estrategia inversora, por eso es importante tener una serie de factores en cuenta a la hora de construir nuestra cartera.
Conoce tu perfil inversor
Antes de comenzar a invertir nuestros ahorros es importante identificar cuál es nuestro perfil inversor y nuestra tolerancia al riesgo: conservadores, moderados o agresivos. A perfil más conservador, menos riesgos a asumir, pero también menos rentabilidad.
En la mayoría de los casos, nuestro perfil variará en función de nuestra edad y la situación económica de cada uno.
¿Cuánto dinero necesito?
En el mundo de la inversión, uno de los mitos principales es que hay que tener mucho dinero para iniciarse en este sector. Sin embargo, con pequeñas cantidades ya se puede comenzar a invertir. Otra cosa es que sea rentable, que es uno de los principales objetivos que nos planteamos a la hora de realizar una inversión.
Por ello, para tener una cartera bien diversificada y que no se vea afectada por el cobro de las comisiones, lo ideal es comenzar con cantidades entre 5.000 y 10.000 euros.
Cuenta demo libre de riesgos
Si vamos a invertir en bolsa, por ejemplo, podemos comenzar a utilizar una cuenta demo para forex que nos permita experimentar las condiciones reales del mercado.
Esto nos permitirá practicar el trading en tiempo real y probar diferentes estrategias e instrumentos en un entorno libre de riesgos.
Establece objetivos y plazos
A la hora de invertir nuestros ahorros es importante que tengamos claro un objetivo o una meta y los plazos en los que queremos conseguirlos. Para tener una cartera equilibrada, es bueno contar con diferentes objetivos a corto, medio y largo plazo. Si bien es cierto que, a largo plazo, mayor será nuestra rentabilidad.
Elige los activos
Entre los activos que podemos incluir en nuestra cartera encontramos cualquier instrumento económico que nos permita aumentar nuestro patrimonio, ya sea fondos de inversión, acciones en bolsa, materias primas, bonos, depósitos a plazo fijo, etc.
A la hora de decantarnos por uno u otro, tendremos que tener en cuenta el riesgo que entrañan, las opciones que ofrecen y ser capaces de determinar sus rentabilidades reales. Solo así podremos saber si se ajustan a nuestras necesidades y nos ayudarán a conseguir los objetivos marcados.
Diversifica tu cartera
Para poder minimizar el riesgo de nuestras inversiones a largo plazo es necesario contar con una cartera lo suficientemente diversificada, ya sea por sectores, tipos de activos o zonas geográficas. Cuanta menos correlación entre ellos, menos riesgos. Eso sí, hay que tener una cartera que seamos capaces de manejar, controlar y conocer adecuadamente para poder tomar decisiones más acertadas. Si somos capaces de construir correctamente nuestra cartera, tendremos más opciones de conseguir una rentabilidad potencial óptima a largo plazo.
Comisiones y gastos
Ten en cuenta que toda inversión lleva siempre asociados una serie de gastos: comisiones, gastos de gestión, mantenimiento, etc. Además, no hay que olvidar que todos los productos financieros están sujetos a tributación, por lo que todos estos gastos tendremos que contabilizarlos para conocer la rentabilidad neta de nuestras operaciones.