Como jugador, hace cuatro décadas, Mancini fue una excepción a la regla, debutando a los 16 años y llegando a ser internacional mucho antes de cumplir los 20. Tal vez sea natural, entonces, que como entrenador se proponga cambiar la cultura.
El problema, para él, era la falta de oportunidades, no la falta de capacidad. «Tal vez se tenga un poco de miedo a dejar jugar a los jóvenes», dijo poco después de asumir el cargo de seleccionador nacional. «Es sólo cuestión de tiempo. Sólo hay que creerlo».
Notti Magiche
El tren de alta velocidad Frecciarossa que recogió a la selección italiana en Florencia el jueves había sido pintado especialmente, con su frente de bala engalanado con una raya de azul brillante. El viaje a Roma sólo duraría un par de horas. Sin embargo, cuando el equipo desembarcó, el plan era que los jugadores se encontraran de nuevo en 1990.
Es la primera vez desde el Mundial de ese año que Italia acoge un gran torneo internacional. Puede que Roma sea uno de los escenarios secundarios de la Eurocopa 2020 -en Londres se disputan más partidos que en ningún otro lugar, incluidas las dos semifinales y la final-, pero eso ha sido más que suficiente para avivar el recuerdo.
Las autoridades lo han fomentado: La ceremonia de inauguración del viernes contará con el tenor Andrea Bocelli, que interpretará el papel de Luciano Pavarotti y cantará «Nessun Dorma», la banda sonora de aquel Mundial de Italia.
Los medios de comunicación lo han perpetuado: Italia jugará el partido inaugural, La Gazzetta dello Sport señaló esta semana, en el estadio que albergó tantas de las que, en 1990, se conocieron como notti magiche: noches mágicas. Incluso Mancini lo ha aceptado, y su decisión de convocar al desconocido delantero del Sassuolo Giacomo Raspadori parece un intento de desenterrar a su propio Totò Schillaci, el cautivador icono de aquel largo y sofocante verano italiano de hace tres décadas.
Por primera vez en mucho tiempo, el país parece tener un equipo capaz de llevar su historia a la ligera. La Italia de Mancini lleva 27 partidos sin perder, desde finales de 2018. En un momento dado, había ganado 11 partidos consecutivos, un récord. Puede que no se haya enfrentado a ninguno de sus rivales putativos por la corona este verano -Holanda aparte-, pero la sensación de impulso es innegable.